( Aldo Gastón Alvarez Lizama)
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En una mañana de frío otoñal y en mi visita a los hermanos enfermos
me acerqué a él en la Posta de un hospital
con la única intención de darle paz.
Me contó su hermosa vivencia con mucha emoción.
Sus ojos se humedecieron al recordar
un hecho que lo marcaría para siempre.
Un infarto lo desconectó de la realidad temporal
perdiendo la conciencia
si bien su espíritu estaba muy despierto.
Dijo haberse encontrado con algo tan maravilloso, impensable:
JESUS
tan cerca de su lecho mientras un cielo luminoso parecía decirle:
¡Ven! ¡Es Jesús el que tu ves!
y la paz inundó su alma.
Quisó quedarse en dicha contemplación.
Yo le dije: Tal como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan en el Tabor.
"Qué bien estamos aquí".
¿A qué volver a la llanura donde el dolor y las lágrimas abundan?
Fue la sensación de este buen hombre:
¡Qué bien estamos así!
Y lloró de emoción y viva gratitud.
Con pesar tenía que continuar en esta tierra lejana la visión,
aceptando en su corazón el desafío:
volver a la lucha.
Y con él hoy le decimos:
Está bien, Señor, pero no tardes en llevarnos al Tabor eterno...
Ciertamente nuestra misión entre los hombres
no termina ni un minuto antes ni un minuto después
que Tú nos digas:
Ahora sí ven y ven conmigo.
Seguiremos llorando con los hombres,
mas con la esperanza firme de poder llegar a verte.
"Los que siembran entre lágrimas, cantando cosecharán"