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La vida del hombre moderno se va deslizando
entre esos múltiples temores, la humanidad dolida.
ausente el amor en tantos corazones.
Sus ensayos de bienestar total no dan resultado
como tampoco el apoyarse sólo en la materia
que termina como termina la existencia humana pasajera.
"Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una guardia nocturna".
El hombre busca felicidad y cuando cree tenerla
se le va de las manos como por encanto.
Comete mil locuras sin llegar a alcanzarla plenamente.
Es por eso que el sabio busca más allá del tiempo
la mejor respuesta y es capaz de renunciar a los brillos de la tierra
para dedicarse a hacer el bien sin derrochar sus días.
Estamos hablando de anhelos de santidad.
Querer ser santo, caminar por sendas de perfección.
¡Envidiable! la mirada de un hombre
así se va al corazón mismo de Quien rige sus destinos
y le ofrece goces espirituales impensables:
"Lo que ni el ojo vio ni oído oyó ni cabe en mente humana
pensar lo que Dios tiene preparado a quienes le aman".
Y el hombre en esas dudas se pregunta:
¿Será cierto?
Pasear la mirada por el mundo con esas bellezas naturales
y contemplar la Obra con un sello tan divino
y dar el salto hacia aquello que no acaba
hasta encontrarse en ese "cara a cara" con la Verdad más plena.
Las almas buenas descubrieron en el diálogo con el Dios "escondido" (oración)
las alegrías de un Amor inextingible y puro.
La santidad de los santos nos lleva a una santa envidia
porque la vida en la tierra no convence en estos tiempos
en que el espíritu se rebela al ver la imagen de Dios atropellada.
La santidad oculta de los sabios se mantendrá incólume
para frenar los ímpetus de los seres distanciados
de Aquel que da la vida prometiéndonos
la VIDA.