(Aldo Gaston Alvarez Lizama)
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Extendiendo sus ojos hacia el valle
buscaba dialogar en el silencio,
con el alma sola.
Se fijo en mi vida solitaria y conversó conmigo.
Me permitió que le dijera: Amigo.
¡Oh, qué amistad real y tan divina!
Quedé tan asombrado sin entender siquiera tanta dicha.
Le abrí mi corazón y le pasé mis cuitas y se las dí conmigo.
El es Testigo. Y en mi interior me dije:
¡Qué bien, Amigo! El vino a mi para decirme:
Sacude soledades y no temas
el tiempo se va llega la Aurora
contemplarás mi Faz en ese Ahora.
No te vayas, Señor, que ya es muy tarde.
Quédate, Jesús, queda conmigo.
Gracias, gracias te digo.