(Aldo Gaston Alvarez Lizama)
Y pude recordar con emoción
cuandos tus manos maternales
se unieron tan firmes a las mías.
Tus labios y los míos,
casi en canto una oración ferviente musitaron.
Era yo muy niño todavía y aquella plegaria fue tan simple,
sublime, fervorosa y pura.
Pequeños nos sentimos ¿no recuerdas?
Pequeños, mas tan amados por el Padre Bueno.
Pobres y débiles los hijos: Tú y yo, madre querida.
¿Sabías tu que Dios es como Madre?
El en su corazón no olvida a nadie.
El puso en el tuyo sentimientos nobles,
maternales, fuertes y te dio energía.
¿Podría yo alejarte de mi mente si mis ojos se van a las alturas?
Allí estás tú y en ese cielo sin olvidar jamás que fuiste madre.
Hay otras que luchan en la tierra
ocultando el dolor, abrazando la vida.
Madres amadas y con misión divina.
Mi saludos les llegue agradecido.
Hubo una Madre tierna y tan querida:
María.
Señor Jesús, tu Madre.
En Ella dales tu bendición a cada madre.