(Aldo Gastón Alvarez Lizama)
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En noche muy oscura
caminaba el alma pensando en el dolor de los hermanos
abrazando la cruz y esto tan solo.
"Mírenlo a El"
gritaron desde afuera tratando de apagar esa congoja
llevada como cruz en el silencio.
El pobre clama y clama
y el enfermo en esas horas largas de la vida.
El reloj en su implacable golpe
marcaba aquellas horas largas, largas.
Y nos llegó la paz no de la tierra,
esos divinos ojos nos miraron
entendiendo el dolor de cada hermano.
Crucificado, sí, como el Amado
implorando perdón por el pecado.
¿Es que no saben, Señor, lo que ellos hacen?
¡Oh, qué cuota, Señor
y tan acerba para ayudarnos a cargar el yugo
ese yugo tan suave si es contigo!
Es que tan sólo en Ti mi espíritu sediento
recibe de tu Amor el gozo.
Si por momentos sombra oscurece el alma
queriendo terminar con esperanzas
hasta decir el hombre ¡ay! en su pena:
¿Por qué te me turbas, alma mía?"
y en ese su por qué duro y dolido.
Allí surgió una voz de muy adentro:
Recibe, tú mi paz y no te abatas
abre tu corazón a la esperanza.
Se cabará tu exilio, vida mía,
y gozarás la Vida.
Por eso te doy gracias,
Cristo mío, al enseñarme,
Señor ese camino.
Contemplaré tu Faz en "cara a cara".
Gracias te doy,
gracias, mil gracias