(Aldo Gaston Alvarez Lizama)
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Tiempo de espera, tiempo de gozo para las almas buenas que se sienten solas buscando una persona que las salve, acompañe y saque de su postración. A esa Persona la anunciaron los profetas del Antiguo Testamento: el Mesías.
En la tierra tantas promesas que se van como se va la espuma y desvanecen. Faltaba y falta ese Fiel Retoño de la historia con su Venida.
El Salvador ya llega distinto en su Promesa. Es ejemplar su entrega por el hombre que ilusionado vive o tal vez ofuscado por el brillo del espectáculo triste de este mundo y éste pasa. Tantos inventos hoy, tanto progreso, mas sin un sello de paz que nos perdure. Todo fenece y hasta el hombre parte... El Enmanuel ya llega para decirnos: ¡Basta! El mundo de este hoy necesita más amor y amor sin tanta cosa... Al escucharlo el alma se enamora y se vuelca sin más hacia la Vida, la Vida salvadora: Jesucristo. Su Reino es diferente de verdad y justo. Así camina el hombre en esperanza cierta.
El anuncio de Dios es proclamado en el silencio, en una tarde gris de aquellas. Una doncella pura, humilde y tan modesta recibe una visita: Es un ángel del cielo quien le dice: "Dios te salve, María, te saludo, llena tú de gracia. De tu vientre vendrá la salvación querida. Bendito, sí, bendito el fruto de tu vientre: Jesús". María no lo entiende ni imagina siquiera la manera de Dios para acercarse. Y es el Ángel, es él quien le da calma: "El Espíritu de Dios será tu sombra, convertirá los sueños de la historia en dulce realidad en tus entrañas: Serás la Madre". María en oración pronuncia el: ¡Vamos! con su sí tan humilde, bien callado: "Que se cumpla de acuerdo a tu palabra". Allí se inicia la Obra Redentora, el Plan de salvación ha comenzado: Encarnación divina.
El mundo lo esperaba sin saber ese cómo. Misterio tan hondo de la historia: Su Venida.
Tiempo de Adviento en oración vivido mientras el mundo sin parar: Progresos... Progresos, mas sin Dios sin los misterios. Los misterios de amor se van gestando en el seno tan puro de una Virgen. Virgen lo fue y lo será por siempre. Y también la Madre en privilegio.
Virgen de la esperanza y del amor perfecto: Jesucristo. Diáfana cual luz, por ello Estrella. Una Estrella luciente que nos guía y a terminar en cielo.
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Tiempo de espera, tiempo de gozo para las almas buenas que se sienten solas buscando una persona que las salve, acompañe y saque de su postración. A esa Persona la anunciaron los profetas del Antiguo Testamento: el Mesías.
En la tierra tantas promesas que se van como se va la espuma y desvanecen. Faltaba y falta ese Fiel Retoño de la historia con su Venida.
El Salvador ya llega distinto en su Promesa. Es ejemplar su entrega por el hombre que ilusionado vive o tal vez ofuscado por el brillo del espectáculo triste de este mundo y éste pasa. Tantos inventos hoy, tanto progreso, mas sin un sello de paz que nos perdure. Todo fenece y hasta el hombre parte... El Enmanuel ya llega para decirnos: ¡Basta! El mundo de este hoy necesita más amor y amor sin tanta cosa... Al escucharlo el alma se enamora y se vuelca sin más hacia la Vida, la Vida salvadora: Jesucristo. Su Reino es diferente de verdad y justo. Así camina el hombre en esperanza cierta.
El anuncio de Dios es proclamado en el silencio, en una tarde gris de aquellas. Una doncella pura, humilde y tan modesta recibe una visita: Es un ángel del cielo quien le dice: "Dios te salve, María, te saludo, llena tú de gracia. De tu vientre vendrá la salvación querida. Bendito, sí, bendito el fruto de tu vientre: Jesús". María no lo entiende ni imagina siquiera la manera de Dios para acercarse. Y es el Ángel, es él quien le da calma: "El Espíritu de Dios será tu sombra, convertirá los sueños de la historia en dulce realidad en tus entrañas: Serás la Madre". María en oración pronuncia el: ¡Vamos! con su sí tan humilde, bien callado: "Que se cumpla de acuerdo a tu palabra". Allí se inicia la Obra Redentora, el Plan de salvación ha comenzado: Encarnación divina.
El mundo lo esperaba sin saber ese cómo. Misterio tan hondo de la historia: Su Venida.
Tiempo de Adviento en oración vivido mientras el mundo sin parar: Progresos... Progresos, mas sin Dios sin los misterios. Los misterios de amor se van gestando en el seno tan puro de una Virgen. Virgen lo fue y lo será por siempre. Y también la Madre en privilegio.
Virgen de la esperanza y del amor perfecto: Jesucristo. Diáfana cual luz, por ello Estrella. Una Estrella luciente que nos guía y a terminar en cielo.