(Aldo Gastón Alvarez Lizama
Es bella la historia de un perdón tan amplio que hoy resuena:
Debía ser apedreada esa mujer sumida en el pecado.
¡Oh, qué dura la ley, duros corazones que al acusarla dicen:
Debe morir sin apelación alguna, ¡lapidarios! "Tú,¿qué dices?"
El Sabio entre los sabios escribió en el suelo ¿la sentencia...?
Sus letras son de amor, por ello dice:
"El que esté sin pecado lance su piedra..."
Mudos quedaron esos "justos" y se fueron yendo.
La mujer de rodillas esperaba la respuesta del Maestro
y ellas de perdón lo fueron. Le vino a manos llenas:
"¿Nadie te ha condenado?"
Tampoco seré yo quien te condene. "Vete en paz y ya no peques".
La acusación de los hombres a raudales brota
como esas aguas turbias que no limpian. ¡A condenar se ha dicho!
¿Y ese pecado personal y propio...? ¡Oh, se oculta!
Dejemos esas piedras, busquemos al hermano.
Nadie puede gozar acariciando contento su pecado.
Sólo busca el perdón para ser otro.
La bondad del Señor abrc a todos.
"Piedad de mi, Señor" dice el publicano en su confianza.
"Señor, Tú me sondeas y me conoces" y ¿dudaré de Tí?
¿Te miraré con miedo cuando peque?
Postrado caeré para decirte: Perdóname, estoy arrepentido.
Lo haré como el pródigo que vuelve avergonzado.
Los brazos se le abrieron. Dios es un Padre, siempre espera.
¿Por qué los hombres condenamos tanto?
El hermano cae, cae y se levanta porque esperó otro juicio.
"¿Nadie te ha condenado? Vete en paz".
Es el perdón de Dios en abundancia
.