(Aldo Gastón Alvarez Lizama)
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Deslumbrado el hombre camina entre las luces
¡Es tan linda la vida!, pero pasa...
A lo lejos se ven los horizontes,
los oasis de verdor sin espejismos.
La vida es caminar por el desierto
y el justo ve la Fuente que llama a la alegría.
Sin esperanza el hombre tiene asido
un tiempo que se esfuma y va dejando
estela de dolor y de ilusiones, promesas no cumplidas,
en mezquindad la vida...
Entonces ¿dónde voy, por qué he nacido?
¿para quedarme solo en esta tierra?
Se acaba la existencia, el polvo nos espera
y adiós triste materia...
Ciérranse los ojos y el alma ¿está dormida?
El alma ¿donde ha ido?
Y se abrirán los cielos
allí donde su Dueño nos espera para decir gozoso:
Vengan y corran a poseer el Reino,
pues al tener hambre yo en la tierra
y al estar sediento o solo en esa cárcel,
postrado como enfermo
ustedes con amor se me acercaron,
su mano la sentí, cálida sonrisa
llegó con fuerza a mis sentidos.
El asombro en el final será tan grande
porque al pensar en el caído hermano
no lo hicimos buscando recompensa.
Del corazón brotaron esos gestos
doliendo el egoísmo ya sembrado.
La paz de aquel Señor nos llegó plena
por eso le cantamos y elevamos
las notas de música del alma agradecida
cumplido ya el deber.
Ya no hay desierto,
las lágrimas se fueron porque su cielo espera.
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Deslumbrado el hombre camina entre las luces
¡Es tan linda la vida!, pero pasa...
A lo lejos se ven los horizontes,
los oasis de verdor sin espejismos.
La vida es caminar por el desierto
y el justo ve la Fuente que llama a la alegría.
Sin esperanza el hombre tiene asido
un tiempo que se esfuma y va dejando
estela de dolor y de ilusiones, promesas no cumplidas,
en mezquindad la vida...
Entonces ¿dónde voy, por qué he nacido?
¿para quedarme solo en esta tierra?
Se acaba la existencia, el polvo nos espera
y adiós triste materia...
Ciérranse los ojos y el alma ¿está dormida?
El alma ¿donde ha ido?
Y se abrirán los cielos
allí donde su Dueño nos espera para decir gozoso:
Vengan y corran a poseer el Reino,
pues al tener hambre yo en la tierra
y al estar sediento o solo en esa cárcel,
postrado como enfermo
ustedes con amor se me acercaron,
su mano la sentí, cálida sonrisa
llegó con fuerza a mis sentidos.
El asombro en el final será tan grande
porque al pensar en el caído hermano
no lo hicimos buscando recompensa.
Del corazón brotaron esos gestos
doliendo el egoísmo ya sembrado.
La paz de aquel Señor nos llegó plena
por eso le cantamos y elevamos
las notas de música del alma agradecida
cumplido ya el deber.
Ya no hay desierto,
las lágrimas se fueron porque su cielo espera.